JOSE REYES MEZA
Pintor, muralista y escenógrafo tamaulipeco. Nació en Tampico en 1924. A la edad de 14 años ingresó a la Academia Nacional de Artes Plásticas –San Carlos. En 1942 ingresó al Instituto Nacional de Antropología e Historia en donde funda el Teatro Estudiantil Autónomo. A partir de este momento desarrolla una intensa actividad escenográfica, colaborando en la mayoría de los grupos que iniciaron el actual movimiento del Teatro en México.
Fue escenógrafo en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Miembro del Consejo Técnico y Artístico de la Danza. En 1957 obtuvo el premio de la Agrupación de Críticos como el mejor escenógrafo del año por “Bodas de Sangre” en la Ciudad Universitaria. Como pintor ha participado en numerosas exposiciones colectivas tanto en México como en el extranjero. Fue miembro fundador del Salón de la Plástica Mexicana.
Su obra forma parte de colecciones oficiales y privadas como el Museo Nacional de Historia-Castillo de Chapultepec, Senado de la República, Instituto Politécnico Nacional, Secretaría de Comunicaciones y Transportes y Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, Colección FEMSA, Organización Benavides, Museo de Arte Moderno de Phoenix y el Smithsonian Institution en Washington. Su obra mural es de gran trascendencia, destacando los frescos en el Casino de la Selva en Cuernavaca, Morelos; el mural tallado en la montaña que decora la Presa Raudales de Malpaso en Chiapas, los murales en mosaico que decoran la fachada del Pan American National Bank de Los Angeles, California; el mural en el edificio del Registro Público de la Propiedad en el D.F. y dos murales para la Universidad Autónoma de Tamaulipas en la Facultad de de Veterinaria en Ciudad Victoria y el Edificio Administrativo de Tampico.
Ha realizado obra de integración plástica en diversas iglesias de la Ciudad de México. José Reyes Meza es autor del libro Signos Sagrados en el que desenhebra el pensamiento de Platón y la concordancia estético-científico-filosóficas de Leonardo Da Vinci. Actualmente trabaja en la edición de El Alma del Mundo y Círculo Mágico de Platón-Leonardo Da Vinci.
En junio del 2008, al conmemorar 160 años de la fundación de Nuevo Laredo, por acuerdo del H. Cabildo, el Gobierno Municipal decidió rendir un homenaje perenne al pintor, muralista y escenógrafo José Reyes Meza al imponer su nombre en el primer museo de arte de la ciudad, ubicado justo en el emblemático Centro Cultural Nuevo Laredo.
No importó que hubiera nacido en Tampico, crecido en Altamira y formado en la Ciudad de México, para que los neolaredenses reconocieran la trayectoria de un mexicano que como los fundadores de esta ciudad fronteriza decidieron ante todo permanecer, a través de su expresión plástica- Siempre con la Patria.
Así, el Museo Reyes Meza pretende convertirse en una tela, un mosaico o un mural donde día a día habitantes como turistas puedan admirar, en la frontera, las expresiones del arte mexicano y latinoamericano.
REYES MEZA, EL ALQUIMISTA
Yo soy un heredero y participante en obra y acción de ese maravilloso período de México en que todos los diversos caminos y hechos de nuestra historia por siglos recorridos, convergen y crean una conciencia nacional, al consolidarse en una cultura que florece con sus más brillantes talentos en todas las formas de creación, desde las manifestaciones populares hasta los más altos niveles del pensamiento, del intelecto.
Esta circunstancia singular se produce en el período que va de los años veinte hasta principios de los cincuenta, para ser preciso de 1928 a 1955. La brillantez de los talentos que vibraron al unísono, todos sin distinción al más alto nivel de concordancia, creando un espacio de treinta años aproximadamente en donde se da este fenómeno. Un período podríamos decir similar al renacimiento italiano (sin compararlo en tiempo). Si en éste, la unificación y concordancia en todos los órdenes de su creación, la causa primordial fue el pensamiento platónico, en el nuestro fue la afirmación de identidad; el sabernos por primera vez por conocimiento, conciencia y sensibilidad única, que somos un pueblo de recia personalidad, con características únicas que nos distinguió en el concierto de las culturas.
En fenómeno al que me refiero, es que nunca antes se dió una unificación de valores creativos que vibraran al unísono en el mismo diapasón, fue como si todo obedeciera a un solo acorde absoluto, fenómeno que no se ha vuelto a repetir, que habiendo grandes valores no han vuelto a vibrar al unísono.
Llegué a la ciudad de México en 1938 e ingreso a la Academia de San Carlos o Academia Nacional de Artes Plásticas. En ese tiempo llegaba yo del lugar más ajeno al arte pictórico, Altamira y Tampico Tamaulipas, básicamente Altamira que era producto de familias fundadoras que conociendo su pasado, y con base en él, proyectaban su futuro con una conciencia de ser que se manifestaba al son del huapango.
Mi bagaje era rico en experiencias anímicas, producto de un mundo natural casi primitivo en donde la magia de la naturaleza y su exuberancia regía la razón de ser de este pedazo de México, la Huasteca Tamaulipeca, en donde la violencia del Río Tamesí conformaba los esteros, generadores y protectores de todas formas de vida, acuática, del aire, así como vida intermedia, caimanes, lagartos, nutrias, iguanas, etc, torrentes de agua cargados de vida que desembocando en la Laguna del Champayán unían su destino con Tampico para fusionarse con el potente Pánuco y llegar al mar.
Este fue mi mundo de infancia que ha perdurado en lo más profundo de mi ser hasta ahora reflejado en mis pinturas y lo expongo en estos momentos en que una pequeñísima parte de mi producción pictórica se presenta en este libro cuyos cuadros originales tropicales y huastecos, si se acerca al oido a la pintura se puede escuchar el murmullo de la Huasanga, la Petenera o el Fandanguito.
Siempre he dicho que el hombre nace con una vocación que va a definir su destino, sin embargo esta vocación casi siempre viene acompañada de otra u otras vocaciones menores que a través de la vida se van a desarrollar en los tiempos libres y suelen definirse como "hobbies" Cuántas veces hemos visto a abogados o doctores armando avioncitos electrónicos para jugarlos en competencias a campo abierto con otros ingenieros en electrónica en segunda instancia, o aquellos profesionistas que tienen su taller de ebanistería, o el científico o empresario como fotógrafo o literato o pintor dominguero, así como el ebanisto tratando de dominar la guitarra.
A todas estas vocaciones menores o secundarias hay que darles salida o sino también producen un sentimiento de frustración menor, pero frustración al fin.
Mis vocaciones secundarias fueron: De no haber sido pintor habría sido torero, de no haber sido torero habría sido cocinero. Torero lo fui, no como razón de vida o meta, sino como realización anímica de mi otro yo razón de ser de los "hobbies", eventualidad que en mi vida perduró casi quince años. En el transcurso de este tiempo, los capotes de brega, las muletas, los estoques, banderillas y bártulos de oficio táurico, se fueron integrando a los lápices, a los pinceles, a los bastidores, a las telas, a los colores y las corridas de toros acabaron en pinturas en mis cuadros.
En cierta ocasión el Maestro Diego Rivera que estaba enterado de mis andanzas novilleriles me preguntó: Sigue usted toreando? - No maestro, ya no- y el maestro replicó: ´Dijo usted lo mismo que su colega Zuluaga cuando dejó los toros: ´los pinceles no cuernan´.
La tercera vocación: cocinero. A los once años me independicé de mi familia y empecé a trabajar como mozo y aprendíz de cocina en el restaurante de la Refinería El Aguila, ahora PEMEX. Este inicio que empezaba con la lucha independiente de mi vida fue de gran felicidad pues despertaba en mi la otra vocación: Cocinero.
El restaurant era exclusivo para mexicanos empleados en el administrativo de la refinería quienes me enviaron a estudiar pintura con una pequeña beca cuando descubrieron mi aptitud, por lo que la vocación de cocinero pasó a ser secundaria. Sin embargo entre el cocinero y el pintor hay un símil: el manejo , combinación de olores y sabores, así como texturas, están sujetos al cocer, guisar, aderezar, sazonar, condimentar, preparar, estofar, asar, toda una alquimia que se le denomina como cocina.
Acción similar al proceso físico de la creación plástica: Combinar espacios, geometrías, dibujo, colores, sus amalgamas, sus medios para su aplicación: aceites, resinas, preparar telas, papeles, toda una alquimia que desde los principios de la formulación del oficio se llamó: Cocina del pintor.
Estas dos alquimias quedan manifestadas a una en el tratamiento al que son sujetas las flores, las frutas, los productos del mar, del aire con que nos regala la tierra, los olores, los sabores, sus perfumes, sus colores, sus texturas, su belleza se transmuta en obra pictórica calificada siempre como "naturaleza muerta". Siendo yo un apasionado de este tema que ha ocupado una parte importante de mi quehacer pictórico, siempre la consideré naturalezas no muertas, sino vivas en una perene quietud en donde la belleza de la vida manifestada perdura para siempre, vida manifestada que en un acto de cocina se transmuta para alimentar el cuerpo y en un acto de cocina pictórica se trasmuta para alimentar el espíritu.
Mis retratos, mis escenografías, la decoración de iglesias, mis integraciones plásticas en arquitectura y mi gran vocación de muralista se cocinan aparte.
Gracias.
- José Reyes Meza
Palabras del Maestro en la presentación del libro José Reyes Meza, efectuada en el Casino Español de la Ciudad de México en Marzo del 2009
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